miércoles, 30 de diciembre de 2015

REFLEXIONES - PARTE 1

Fueron cincuenta y ocho años. No es poco. Cincuenta y ocho es un buen número, pensaba mientras me trasladaban por los pasillos de la Unidad Coronaria y oía al médico decir, urgente, que la señora puede entrar en paro en cualquier momento. El dolor opresivo que aplastaba mi pecho había desaparecido, la sensación de tener dos manos que me asfixiaban y querían quebrar mi cuello y mandíbulas había cesado. Ahora era sólo la idea de flotar y verme conectada a la vía del suero, y los electrocardiogramas que seguían  encaprichados en salir mal. Tiene un bloqueo de rama, repetían los doctores y enfermeros sin que yo comprendiera demasiado lo que querían decir.
Mi mente volvía a enfocarse en el número cincuenta y ocho, casi casi cincuenta y nueve fueron, por unos días nomas, y pensaba aliviada que mi partida ya no sería una tragedia, Cincuenta y ocho es una larga vida. Un gran inconveniente, sí, sobre todo en vísperas de Navidad, un gran shock, tal vez, una sorpresa, pero una tragedia no, y eso me serenaba.
Y oir decir, angina de pecho grave, en cualquier momento hace un paro.Y tomar conciencia que en un par de días yo sería solo cenizas y recuerdos.
Entonces me enfoqué en mis buenos recuerdos. Mientras introducían el cateter en la arteria de mi ingle, yo volví a pasear por los parques de Disney con mis nietas. Ésto sí es un buen recuerdo. Y volví al patio de comidas, a la piscina, los viajes en bus, las atracciones, los personajes. Qué bueno despedirse sonriendo.